El dolor emocional es una experiencia subjetiva que denota un sufrimiento interno, una herida que nadie ve, que no se puede curar con un analgésico común o con una venda.
El dolor que provoca la pérdida de un ser querido, es igual de fuerte e impactante como el de presenciar un terremoto violento, sintiendo sobre el cuerpo la fuerza de piedras enormes que caen sobre nosotros.
Una descripción bastante dramática, lo sé, pero es lo que yo siento, quizás para alguien más es solo un estado momentáneo de shock. Pero es ahí donde radica la individualidad de nuestro dolor y donde debe nacer nuestra empatía para respetarlo.
Solo tú sabes cómo te sientes y nadie puede ni debe dictar la validez de esos sentimientos
No puedes evitar ciertos comentarios o actitudes que denoten insensibilidad de las personas hacia tu pérdida, pero sí puedes controlar tu reacción ante ella. Tienes todo el derecho de marcar límites cuando lo que alguien más dice te perjudica a ti y a tu proceso de duelo.
El duelo es uno de esos estados de ánimo que escapan a la definición. Nadie lo afronta de la misma manera y nadie lo vive igual. La sociedad nos ha dado un modelo de cómo debe ser el duelo a través de las representaciones de este, en las novelas, la televisión, el cine y el arte.
A menudo, comparamos nuestro duelo con estas figuras para normalizar e incluso invalidar nuestros sentimientos. Las personas que nos rodean pueden creer que estas representaciones son el fiel ejemplo de la realidad que vivimos. Para asegurarse así de que sentimos, nos comportamos y reaccionamos de la manera “correcta” que ellos perciben. Nada más alejado de la realidad.
Lo que es cierto, es que nuestro sufrimiento, puede hacer sentir incómodos a los que nos rodean, por desgracia, las palabras que salen de ellos no siempre son las adecuadas. La mayoría de las veces son el reflejo de sus propios miedos y prejuicios, y aunque no lo parezca, no tienen nada que ver contigo.
Por ejemplo, nosotros podemos esperar que los demás nos demuestren su apoyo incondicional y nos brinden el tiempo y la paciencia que necesitamos. Pero eso no siempre ocurre de la forma en que lo queremos. Cada persona es un mundo totalmente ajeno a nuestro ser, con autoridad y juicio propio. Debemos aceptar el hecho de que las únicas acciones que podemos controlar, son las de nosotros mismos.
Si la insensibilidad de alguien se apodera de ti, mantén una distancia con esa persona sin importar el lazo que comparte contigo. Acude a amigos o familiares que hayan experimentado el duelo o que sepas que te apoyaran de la forma que lo necesitas.
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Aunque el dolor es un sentimiento que muchos de nosotros llevaremos toda la vida, encontrar el apoyo adecuado y silenciar las inseguridades irrelevantes de los demás puede ser la mejor manera de seguir adelante con nuestra vida.